Mientras viajaba en un tren rumbo al oeste
caí dormido para tomarme un descanso;
me puso triste un sueño que tuve
concerniente a mí mismo y a los primeros
pocos amigos que tuve.
Con los ojos medio abatidos,
clavé la vista en la habitación
donde mis amigos y yo
pasamos muchas tardes
donde todos juntos superamos
más de una tormenta
riendo y cantando hasta las tempranas
horas del alba.
Junto a la vieja estufa de madera
donde colgaban nuestros sombreros,
nuestras palabras fueron dichas,
nuestras canciones cantadas,
donde estábamos convencidos
de no esperar nada,
hablando y hablando sobre el mundo
que nos rodeaba.
Con los corazones acosados debido
al calor y el frío,
nunca pensamos que alguna vez
pudiéramos envejecer;
pensamos que podíamos estar
siempre bromeando,
pero en realidad nuestras posibilidades
eran ninguna entre un millón.
Que fácil era distinguir el negro del blanco,
entonces en todo era fácil distinguir el mal del bien;
y nuestras alternativas eran pocas
así que nunca nos asaltaba la idea
de que el camino que viajáramos,
estallaría en pedazos.
Cuantos años se han pasado e ido,
muchas las jugadas
que se han perdido y ganado;
y muchos los caminos tomados por
muchos de mis amigos,
y a ninguno de ellos he vuelto a ver.
Deseo, deseo, deseo en vano,
que pudiéramos simplemente
estar de nuevo en aquella habitación;
enseguida y gustoso, cien mil dólares
daría si nuestras vidas pudieran ser
como entonces.
Bob Dylan
Bob Dylan
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