Aquí estamos frente a una serie de cartones manchado apenas, unas leves incisiones e hilos sobre la superficie y al muro como cifras de una experiencia a desentrañar.Para eso, para hablar, se remite, una obra, el discurso, a menudo importante, se remite al contexto cultural (la escena del arte) en el cual se ha generado y en el cual debiera, por alguna razón no siempre acorde a la obra, insertarse. La obra entonces, ignorada la experiencia que pudiese provocar, este es, su acontecimiento pasa a ser un conjunto de datos articulables en un sistema que muchas veces lo es ajeno.
Es cierto que ninguna obra es independiente de sus contextos, pero también un paisaje inmediato que extraña al origen de su experiencia la que luego se yecta a través del particular acontecimiento de las cosas manipuladas, dislocadas y expuestas.
Para hablar de esto entonces, quizás deba intentar señalar hacia otro lugar y hablar de una habitación, taller, casa, cama, muros vacíos y un teléfono al fondo; pequeño disositivo a veces pulsando débilmente una luz como signo de algún mensaje.
Todos los sonidos, televisor sin antena, platos y agua escurriendo, toda la visualidad de ese cuarto reducidos día a día a la posibilidad de un parpadeo rojo, al fondo, junto a la ventana, a ver si lo que anuncia; algunas palabras, llenan al silencio cotidiano de una llegada.
Luego, rollos de cartón colgados vacíos sobre los muros, envolviendo la habitación, vueltos hacia ella, a la pregunta de su silencio y la posibilidad de ese parpadeo. Pedazos de objetos aún anclados en su designación inmediata pero dispuesta a dejarse intervenir por lo que esa habitación entraña... una historia, un acto repetido implacablemente, una llegada, todas las llegadas. Una puerta que se cierra a las espaldas y una mirada que se fuga en el titilar de una fisura. Gesto repetido y simultáneo en mil ojos de la trama de la ciudad, noche a noche y ahora mismo.
Objetos que sacados de sí, devienen en algo así como obras, coaguladeros del silencio y destello de una posibilidad latiendo en cada llegada y en cada nueva mirada que provoquen. Taponeando la historia que los propició al tiempo que anuncian su retorno a través de ellos. Todo comparece en la galería a la manera de signos que no tienen más pretensión de sentido que su propia historia. Un momento antes quizás de constituirse en obras articuladas, demorándose lo suficiente para no dejar de ser parte de la vida a la que pertenecen como intento.
Francisco Sanfuentes V
Mayo 2000
No hay comentarios:
Publicar un comentario